24.05.11 01:39 Antiguedad: 287 days

¿Cómo es la “seguridad de Dios”?

 

De izq. a der.: Kjell Magne Bondevik, Christiane Agboton-Johnson y el arzobispo Avak Asadourian

El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, Setsuko Thurlow, entonces una colegiala de 10 años que se apellidaba Nakamura, de repente vio un resplandor azulado a través la ventana de su clase. “Recuerdo la sensación de flotar en el aire. Cuando recobré el conocimiento, en el silencio y la oscuridad total, me encontré rodeada de escombros”.

 

Setsuko empezó entonces a oír las débiles voces de sus compañeras de clase: “Mamá, ayúdame. Papa, ayúdame”.

 

Thurlow es una hibakusha, una superviviente de la bomba atómica de Hiroshima, una de las dos ciudades japonesas víctimas del ataque nuclear de los Estados Unidos a finales de la Segunda Guerra Mundial. Durante toda su vida, también ha sido una pacifista.

 

Su recuerdo vívido y doloroso resonó el lunes entre los participantes en la Convocatoria Ecuménica Internacional por la Paz (CEIP) en Kingston, Jamaica. Ese día una mesa redonda analizó el tema de la “Paz entre los pueblos”, examinó las preocupaciones acuciantes sobre las obstrucciones a la paz en el ámbito internacional y se interrogó sobre lo que significa la seguridad real.

 

A pesar de que la presentación de Thurlow se hizo mediante un mensaje grabado en vídeo, debido a que no pudo asistir en persona a la Convocatoria, fue un crudo recordatorio de que el uso de la bomba atómica, de hecho, es muy reciente. Los hechos ocurrieron hace solo una generación y desde entonces las principales potencias mundiales han desarrollado y proliferado arsenales nucleares que, en el mejor de los casos, son mutuamente destructivos.

 

Thurlow explicó que en 1945 la ayuda le llegó a través de las manos de una persona desconocida. “De repente, unas manos empezaron a sacudir mi hombro izquierdo, y una voz dijo: ‘¡Sal de aquí lo más rápidamente posible!’”.

 

A su alrededor todo eran “figuras fantasmagóricas sangrando, carbonizadas, con la piel colgándoles de los huesos. Reinaba un silencio mortal interrumpido únicamente por los gemidos de los heridos y sus súplicas rogando que les dieran agua”.

 

Cuando los supervivientes como Thurlow cuentan sus historias, recuerdan la injusticia cometida que se cobró la vida de 260.000 personas inocentes en el período que siguió a 1945 a consecuencia de los efectos del calor y la radiación.

 

Los gobiernos suelen intentar justificar las acciones militares a gran escala –y en el peor de los casos la guerra nuclear- en nombre de la “seguridad”, señaló la Dra. Lisa Schirch, profesora de la Universidad Menonita del Este de Harrisonburg, Viriginia, Estados Unidos, que imparte clases sobre la construcción de la paz. La Dra. Schirch cuestionó el significado que el término ‘seguridad’ debería tener para los cristianos.

 

“Jesús no utiliza la palabra ‘seguridad’. El lenguaje de la iglesia gira mucho más en torno a la justicia y la paz, que en torno a la seguridad”, observó.

“La seguridad no llega a bordo de un helicóptero”


Cuando visitó Iraq en 2005, Schirch trabajó con iraquíes activos en la construcción de la paz a nivel comunitario. “Me dijeron lo siguiente: la seguridad no llega a bordo de un helicóptero; se construye desde la base”.

 

Iraq fue solo uno de los países presentes en las mentes de los participantes en la CEIP al analizar el tema de la paz entre los pueblos en un debate en el que se abordaron cuestiones que fueron desde el desarme nuclear hasta el fin de todas las guerras.

 

El moderador del debate, el pastor Kjell Magne Bondevik, presidente del Centro de Oslo por la Paz y los Derechos Humanos y que fue dos veces Primer Ministro de Noruega, dijo que recordaba el día, en 2003, en que el presidente de los EE.UU. George Bush le llamó para pedir su apoyo a la invasión estadounidense de Iraq.

 

“Y le dije: no”, recordó Bondevik ante unos 1.000 participantes de la CEIP que irrumpieron en aplausos. “No puedo. En primer lugar, usted no tiene un mandato de la ONU. Y desde mi perspectiva ética cristiana, la utilización de medios militares debe ser la última, última solución, después de haber probado todos los otros medios pacíficos”.

 

Bondevik dijo que la voz clara y contundente de las iglesias había sido determinante en su decisión: “Las iglesias de Noruega hicieron una campaña contra una posible guerra en Iraq”.

 

El arzobispo Dr. Avak Asadourian, de la Archidiócesis Ortodoxa Armenia de Bagdad, dijo que mientras escuchaba pensaba que le gustaría que el mensaje de Bondevik de la paz cristiana se transmitiera a todo el mundo. “Lamento que otros dirigentes no estén escuchando”, dijo. “Durante los últimos 32 años, Iraq ha sufrido tres guerras y un embargo. Un embargo, por definición, también es un acto de guerra. Los iraquíes han vivido una situación muy difícil”.

 

Asadourian se mostró en desacuerdo con el hecho de que ahora a los cristianos iraquíes se les considere un grupo minoritario en el país. “Los cristianos de Iraq no son minorías. Los cristianos de Iraq constituyen una parte importante de la sociedad del país. Estamos haciendo todo lo posible por la paz. Por paz no solo entiendo la ausencia de guerra, sino también igualdad”.

 

Durante las sesiones del día, los participantes en la CEIP se reunieron en grupos para reflexionar sobre la idea de que se podría elaborar una versión cristiana de la seguridad si las iglesias participaran en un sistema de  “alerta temprana”, es decir en difundir mensajes desde la base sobre posibles conflictos de formas distintas a las empleadas por los gobiernos.

 

“En este ámbito, las mujeres pueden desempeñar un papel crucial”, afirmó la Dra. Patricia Lewis, directora adjunta y científica residente en el Instituto de Estudios Internacionales de Monterrey de California, y panelista en la CEIP. “Si no se pregunta a las mujeres, no se sabe qué pasa”.

 

Lewis expresó su profunda convicción de que el cambio llegará. “Un día los militares y los políticos entenderán que las armas nucleares no tienen prácticamente ninguna utilidad en el ámbito militar. También se darán cuenta de que con las armas nucleares no hay margen para el error”.

 

Si las iglesias esperan contribuir a poner fin a la guerra y a la proliferación de armas nucleares, deben ir más allá de las declaraciones y actuar, dijo la Dra. Christiane Agboton-Johnson, directora adjunta del Instituto de las Naciones Unidas para la Investigación sobre el Desarme (UNIDIR) en Ginebra, Suiza.

 

“A menudo las mujeres son las que más sufren en un conflicto, a pesar de su compromiso en poner fin al enfrentamiento. ¿Se puede considerar que un documento o una ley es suficiente para resolver este tipo de problema? No estoy convencida de ello. ¿Está la ONU dispuesta a pasar de las palabras a la acción? En todo caso, harían bien en aplicar lo que está escrito”.

 

Entre tanto, Thurlow y otros supervivientes de las bombas atómicas seguirán instando a la humanidad a aprender de los errores del pasado: “Nadie debería volver a vivir nuestra experiencia de la inhumanidad, la ilegalidad, la inmoralidad y la crueldad de la guerra atómica”, dijo.

 

Sitio web de la CEIP:
www.superarlaviolencia.org

 

Galería de fotos de la CEIP

 

Vídeos de la CEIP

 

Fotografías de alta resolución de la Convocatoria pueden obtenerse gratuitamente en: photos.oikoumene.org