15.12.10 17:06 Antiguedad: 1 yrs

Violencia en una aldea filipina: historia de una familia

 

En la capilla del Consejo Nacional de Iglesias de las Filipinas. Foto: Semegnish Asfaw/CMI

Por Aneth Lwakatare (*)

 

 

“Fue en mayo de 2010 cuando empezó todo", dijo Yna (no es su nombre real), madre de Yuri de 17 años, a un grupo de representantes internacionales de iglesias, que llegaron a Filipinas a comienzos de diciembre para examinar la situación de los derechos humanos en ese país. "Un grupo de militares fue enviado a vivir en nuestra aldea para observar las elecciones generales que se iban a celebrar. Decidieron no marcharse ni siquiera cuando pasaron las elecciones. Nosotros sabíamos por qué se quedaban: querían reclutar a menores para el ejército.” 

 

“Mi marido y yo no habríamos aceptado que nuestro hijo se hiciera militar y Yuri no quería ingresar en el ejército. Los militares empezaron a amenazarnos y experimentamos todo tipo de acoso. Mandaron llamar incluso a mi hijo de 11 años” prosiguió Yna.

 

La situación, dijo, empeoró el 28 de agosto. Su hijo fue invitado a una fiesta de la juventud que organizaron los militares en la aldea. Al final de la celebración su hijo fue acusado de acoso sexual por haber entrado sin darse cuenta en un servicio de mujeres. No había ningún testigo del presunto acoso sexual ni la supuesta víctima declaró haber sido acosada.

 

Esto no impidió que su hijo fuera golpeado duramente por los soldados, los cuales le amenazaron incluso con matarle si contaba a alguien lo que le habían hecho. “Mi hijo llegó a casa llorando y doliéndose de los golpes recibidos en todo el cuerpo“, explicó Yna. Le llevaron a casa dos vigilantes de la aldea. 

 

Por miedo a las represalias contra su familia, Yuri no contó nada a nadie durante tres días. Tardó en abrirse y compartir lo que le había sucedido. Sus heridas físicas no se curaron rápidamente pero sanaron con el tiempo.

 

“Pero las heridas no fueron la única secuela que dejó en Yuri la violencia sufrida. Su comportamiento empezó a cambiar y se convirtió en un muchacho violento” afirmó tristemente Yna. “Llegó incluso a amenazarme con matarme. Yuri no era ya el hijo que yo había educado”.

 

Con la ayuda del Consejo Nacional de Iglesias de las Filipinas y del grupo de derechos humanos Karapatan (Alianza para el progreso de los derechos del pueblo), la familia consiguió llevar a Yuri  un hospital para someterle unas pruebas psicológicas. El diagnóstico fue que padecía una afección mental. Fue ingresado en un psiquiátrico privado donde permaneció durante cierto tiempo.   

 

Yna comprobó que su hijo estaba mucho mejor cuando volvió del psiquiátrico, pero la medicación que le prescribieron los médicos era demasiado cara y la familia no podía pagarla. Su salud mental comenzó a empeorar de nuevo.  

 

Yna y sus familiares más cercanos se han trasladado ahora a Manila debido a que no se encontraban seguros en su anterior residencia. Le han dicho que los militares siguen acosando y amenazando a otros miembros de la familia en la aldea para averiguar adonde se han trasladado Yuri y su familia

 

"Nunca había en pensado trasladarme a Manila, pero, ante esta situación, no tuve más remedio,” dijo Yna. Añadió que por vivir en Manila no se han aliviado sus temores. “Esperamos con ansia el día en que podamos volver a sentirnos seguros” concluyó.

 

El grupo de cristianos de Asia, África, Europa, Canadá y Australia visitó Filipinas como “Cartas Vivas” en nombre del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) para informarse sobre la situación actual en materia de derechos humanos y sobre la actuación de las iglesias en contra de la violencia.

 

Esta visita de Cartas Vivas forma parte de la serie de visitas que durante los últimos tres años están realizando equipos ecuménicos a varios países, y que se organizan antes de la celebración de la Convocatoria Ecuménica Internacional por la Paz (CEIP) en mayo de 2011 en Jamaica. Las visitas tienen por objeto acompañar a iglesias que buscan con anhelo la paz, la seguridad y la reconciliación en medio de conflictos y violencia. 

 

(*) Aneth Lwakatare, tanzaniana, es pasante del departamento de comunicaciones del CMI

 

Más información sobre la visita de Cartas Vivas a Filipinas

 

Iglesias miembros del CMI en Filipinas