05.11.09 15:21 Antiguedad: 2 yrs

La caída del Muro de Berlín y su significado para el movimiento ecuménico

 

Berlin  Germany

Que el Decenio para Superar la Violencia se inaugurase oficialmente en Berlín, frente a la Puerta de Brandemburgo, fue un homenaje simbólico a la revolución pacífica que derribó el Muro de Berlín.

 

por Konrad Raiser (*)

 

Si la apertura o caída del Muro de Berlín fue inesperada para los más directamente afectados, todavía lo fue más para el mundo en general. El movimiento ecuménico no fue una excepción, aunque los acontecimientos de 1989 en Alemania del Este iban a tener en él un amplio y duradero impacto, que todavía se siente en la actualidad.

 

Desde la apertura de la frontera entre Hungría y Austria durante el verano de 1989, muchos ciudadanos de la República Democrática Alemana se habían ido del país en búsqueda de seguridad. Asimismo, había surgido una red cada vez mayor de grupos cívicos que luchaban por un profundo cambio político y social. Esos grupos se habían beneficiado de la protección de las iglesias y se habían sentido inspirados por las asambleas ecuménicas que habían tenido lugar ese año en Magdeburgo y Dresde como parte del proceso conciliar a favor de la Justicia, la Paz y la Integridad de la Creación.

 

Desde hacía ya algún tiempo, grupos y movimientos similares habían estado activos en países vecinos. Todo ello había creado una dinámica que empujaba al cambio, sobre todo después de la gran manifestación explícitamente no violenta que tuvo lugar en Leipzig el lunes 9 de octubre de 1989. Pero incluso entonces, pocas personas se imaginaban que el muro caería tan pronto, dejando abierto el camino para el fin del gobierno comunista no sólo en Alemania del Este, sino en toda la región de Europa Central y del Este, y que al cabo llevaría a superar la división de Alemania y de Europa.

 

La serie de acontecimientos que tuvo lugar en Europa desde el verano de 1989 hasta bien entrado el año 1990, junto con los cambios radicales ocurridos en Sudáfrica y en otras partes del mundo, tuvieron profundas repercusiones en el movimiento ecuménico. Durante las cuatro décadas transcurridas desde la primera Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) celebrada en Amsterdam en 1948, los esfuerzos ecuménicos por la justicia y la paz se habían visto condicionados por el antagonismo entre las dos potencias principales y las consecuencias que ello conllevaba para los países del hemisferio sur.

 

Las organizaciones ecuménicas, en particular el CMI y la Conferencia de Iglesias Europeas, habían intentado mantener vínculos con las iglesias en los países comunistas. Su testimonio por la paz, bajo la amenaza de una confrontación nuclear, había finalmente dado frutos. La Carta de París para una Nueva Europa de 1990 pareció anunciar un nuevo orden mundial de paz y justicia y empezó a configurarse un genuino proceso de desarme.

 

Pero las transformaciones en Europa y en otras partes del mundo habían ocurrido de forma tan repentina que ni los gobiernos ni las iglesias estaban suficientemente preparados para la nueva situación. Liberados de las opresivas restricciones políticas e ideológicas, los países y las iglesias debían encontrar una nueva identidad. En muchos casos, esa situación llevó a fuertes luchas internas, especialmente entre aquellos que habían estado involucrados o habían sido cómplices del sistema anterior y aquellos que habían luchado por la libertad, la justicia y los derechos humanos.

 

Las organizaciones ecuménicas también se encontraron bajo escrutinio por sus relaciones con representantes del antiguo sistema y su falta de apoyo efectivo a las luchas de los movimientos disidentes. En algunos casos, “ecumenismo” se convirtió incluso en un término que era mejor evitar. Se produjeron tensiones internas, especialmente en muchas de las iglesias ortodoxas, lo cual condujo a que las iglesias ortodoxas de Georgia y Bulgaria decidieran dejar de ser miembros del CMI.

 

Poco después de la caída del Muro de Berlín, la segunda guerra del Golfo en 1991, los conflictos en la antigua Yugoslavia y el rápido avance del proceso de la mundialización plantearon desafíos sin precedentes al testimonio ecuménico por la justicia y la paz. El frágil orden de los años de la “guerra fría” había sido reemplazado por un nuevo desorden mundial.

 

En reconocimiento del importante, y en algunos casos decisivo papel, que las iglesias habían desempeñado en la revolución pacífica de Europa Central y del Este, así como en el fin del régimen del apartheid en Sudáfrica, el movimiento ecuménico aceptó el reto de superar la violencia como su vocación especial. Que el Decenio para Superar la Violencia se inaugurase oficialmente en febrero de 2001 en Berlín, frente a la Puerta de Brandemburgo, fue por lo tanto un homenaje simbólico a la revolución pacífica que derribó el Muro de Berlín.

 

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(*) El pastor Dr. Konrad Raiser, teólogo luterano de Alemania, fue secretario general del CMI (1993-2003).

 

Ver también:

 

Crónica: "El Muro de Berlín cayó en muchos lugares"

 

Comentario (en inglés) del secretario general del CMI sobre el 20º aniversario de la caída del Muro de Berlín