09.09.09 16:29 Antiguedad: 2 yrs

Tratado nuclear africano, un paso hacia un mundo más seguro

 

Esta tarjeta postal de la ONU mostrando las zonas del mundo libres de armas nucleares puede ser descargada aquí.

por Jonathan Frerichs (*)

 

Gracias al Tratado de Zona Libre de Armas Nucleares de África que entró en vigor el pasado mes de julio, la mayoría de los países del mundo han quedado, por primera vez, libres de armas nucleares en sus territorios. Organizaciones de la sociedad civil internacional, incluido el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), desempeñaron un papel catalizador.

 

Adoptando un enfoque común con miras a crear un mundo más seguro, África pasó a ser una zona libre de armas nucleares cuando recientemente Burundi se convirtió en el 28 estado que ratificó el Tratado de Pelindaba. Una delegación del CMI visitó el país centroafricano en marzo de 2009 para alentar esa medida. Ahora, con los 54 países de África, 116 naciones están en zonas protegidas por tratados que prohíben las armas nucleares.

 

En una declaración de septiembre de 2009, el comité central del CMI aplaudió a los estados africanos que han puesto en vigor el Tratado de Pelindaba e invitó a las iglesias a seguir apoyando este tipo de acciones. El CMI también urgió a Rusia y a los Estados Unidos a que “se unan a China, Gran Bretaña y Francia en la firma de los protocolos del tratado que proporcionan a África una protección suplementaria” frente a los estados con armas nucleares.

 

El papel de Burundi en este éxito transnacional es instructivo. En las regiones en las que los gobiernos evitan las armas nucleares, los estados, sean grandes o pequeños, pueden compartir la responsabilidad colectiva de la seguridad. Sin embargo, en las regiones en las que hay arsenales nucleares nacionales, como en el noreste de Asia o en Oriente Medio, la seguridad compartida no es una opción.

 

Y lo que es más, Burundi y otros estados como Malawi, Mozambique y Etiopía, que han ratificado el tratado recientemente, actuaron conjuntamente, mientras que las grandes potencias todavía están luchando para salir de una década de estancamiento en el desarme y la no proliferación –si bien es cierto que en los últimos meses ha habido signos positivos.

 

“Nosotros en África conocemos el valor del desarme”, dijo el primer vicepresidente de Burundi, Yves Sahinguvu, a los delegados del CMI en marzo. Aunque Burundi no está directamente amenazado por las armas nucleares, el país está llevando a cabo un largo proceso de recuperación tras décadas de conflicto armado.

 

“Ustedes son la iglesia y han venido aquí a hablar de paz”, dijo al CMI el presidente de la Asamblea Nacional, Pie Ntavyohanyuma. “Se lo agradecemos, tanto más que las iglesias aquí han hecho mucho por la paz”, añadió, reconociendo el trabajo del arzobispo anglicano Bernard Ntahoturi, uno de los miembros de la delegación de tres personas.

 

“Al poner este tratado en vigor, países como Burundi hacen que África sea más segura, y las iglesias apoyan este tratado porque ayuda a construir la paz”, afirmó el arzobispo Ntahoturi refiriéndose a la acción de su gobierno.

 

Los representantes del gobierno de Burundi señalaron que la seguridad de África depende de la calidad de los controles internacionales de los materiales nucleares, así como de su utilización sin riesgos en la medicina, la agricultura y la producción de energía. El presidente del senado, Dr. Gervais Rufyikiri, un científico que ha investigado la contaminación radioactiva en la agricultura, confirmó convencido la importancia del tratado.

 

Las soluciones deben funcionar más allá de fronteras nacionales

 

Otra cuestión fundamental para África es la administración de sus reservas de uranio. Las compañías y gobiernos extranjeros tienen cada vez más la mirada puesta en el uranio de África como medio para generar electricidad. El aó pasado una delegación del CMI visitó Namibia, un país rico en uranio, con el fin de instar también a ese estado a ratificar el Tratado de Pelindaba.

 

"Queremos que este recurso que nos ha sido dado por Dios se utilice únicamente con fines pacíficos”, dijo el primer ministro namibio, Nahas Angula, al CMI en una reunión de seguimiento el pasado mes de abril. “Este es nuestro sueño, nuestro deseo y nuestra esperanza.” El nuevo tratado de África es un instrumento para hacer realidad estas esperanzas: es el más avanzado de todos los tratados regionales que prohíben las armas nucleares.

 

Elaborado después de la caída del apartheid en Sudáfrica y tras el fin de la Guerra Fría, el Tratado de Pelindaba constituye un ejemplo de la capacidad colectiva para trabajar en pos de un mundo sin armas nucleares.

 

Pelindaba es el lugar donde el gobierno sudafricano de minoría blanca desarrolló el único arsenal nuclear en el hemisferio sur, que luego el gobierno de mayoría negra abandonó.

 

Además, muchos estados de África conservan las cicatrices de los conflictos de la Guerra Fría que fueron atizados por rivalidades extranjeras y en los que se luchó con armas importadas. El tratado ahora en vigor prohíbe la importación, el desarrollo, el despliegue, las pruebas y la utilización en todo el continente de las armas más destructivas que existen.

 

Al igual que la gestión del cambio climático, el control efectivo de las armas nucleares requiere soluciones que funcionen más allá de las fronteras nacionales. “Al amenazar la vida en nuestro planeta, [el cambio climático y las armas nucleares] plantean un problema único a los creyentes”, afirma un informe de 2008 sobre el trabajo del CMI en este campo. “Hacer frente a cada una de esas amenazas requerirá un concepto de la seguridad internacional más centrado en la humanidad.”

 

La iniciativa de las iglesias relativa al Tratado de Pelindaba proviene de una recomendación de la Asamblea del CMI de 2006 en la que se exhortó a apoyar y fortalecer las zonas libres de armas nucleares. Las iglesias miembros y los consejos nacionales de iglesias cuentan con la experiencia de 60 años de política del CMI contra las armas nucleares.

 

El CMI, cuya sede se encuentra en Ginebra, coopera con organizaciones internacionales que trabajan en el ámbito del desarme en distintas partes del mundo, entre las que figuran, en este caso, el Foro Africano por la Paz, el Instituto de Estudios Estratégicos de Sudáfrica y la Red Parlamentaria para el Desarme Nuclear.

 

“Otras regiones han hecho lo mismo que África. Esperamos que llegue el día en que Europa, Asia y América del Norte queden también libres de armas nucleares”, dijo el arzobispo Ntahoturi.

 

África está ahora vinculada a otras zonas libres de armas nucleares en América Latina, el Pacífico del Sur, el Sudeste de Asia y la región de Asia Central, así como con Mongolia en su condición de estado libre de armas nucleares. La primera zona se estableció en América Latina en los años 1960 a raíz de la crisis cubana de los misiles.

 

Actualmente, las zonas libres de armas nucleares cubren: el hemisferio sur y las áreas adyacentes hasta la frontera sur de los Estados Unidos, las costas del sur del Mediterráneo, los seis países que se encuentran entre Rusia y China, y la región que bordea la frontera del sudeste de China. También hay tratados que prohíben emplazar armas nucleares en la Antártida, la totalidad de los fondos marinos y el espacio ultraterrestre.

 

 

(*) Jonathan Frerichs, responsable del programa del CMI para Desarme Nuclear y Paz en Oriente Medio, es miembro de la Iglesia Evangélica Luterana en América.

 

 

Texto completo de la “Declaración de esperanza en un año de oportunidades: por un mundo libre de armas nucleares”

 

Sensibilización a nivel mundial en favor de una mayor justicia y responsabilidad

 

Convocatoria Ecuménica Internacional por la Paz

 

Nota de la Asamblea del CMI sobre la eliminación de las armas nucleares