Cristo es nuestra paz

Paz entre las naciones

Estudio bíblico sobre Efesios 2:11-22

El reino de Dios y la comunidad cristiana

En el segundo capítulo de Efesios hay una referencia a Jesucristo según la cual Él es nuestra paz (Ef 2:14).

El autor de este texto escribe a una congregación cristiana integrada por judíos y no judíos, o “gentiles”. Reconoce que se los considera a menudo como dos facciones diferentes en la iglesia: los de la “circuncisión” y los de la “incircuncisión”. La palabra griega para “gentiles” es ethné, la raíz de la palabra en español “étnico”; algunas versiones de la Biblia traducen el término por “las naciones” o “los pueblos” y, al igual que la palabra hebrea goyim, significa todas las naciones que no son Israel. En ese sentido, los autores judíos colocaban aparte a “los gentiles” como “los otros” o “el Otro”, como personas específicamente diferentes de los miembros de su propia comunidad.

El autor escribe como un judío de nacimiento. Adopta posturas que lo llevan a tomar distancia de quienes tienen antecedentes gentiles. En este pasaje de la carta se dirige  a los gentiles (2:11) “vosotros que en otro tiempo estabais lejos” (2:13; véase. Col 1:21) oponiéndolos al pueblo elegido de Israel – aparentemente, los parientes biológicos del autor -  “los que estáis cerca” de Dios (2:17) incluso en el pasado. Estos compatriotas históricos dentro de la comunidad y del pacto de Dios se contraponen a los gentiles que eran “extranjeros” y “forasteros”. Según estas palabras, queda claro que los miembros de la iglesia primitiva consideraban a veces que sus propios miembros estaban divididos.

Hay una serie de pasajes del Nuevo Testamento que dan testimonio de las divisiones y los celos que separaban a los cristianos. Incluso en la primera congregación judeocristiana de Jerusalén había desavenencias entre los creyentes de idioma arameo y de idioma griego (Hch 6:1). En las epístolas de Pablo, las tensas relaciones entre cristianos judíos y cristianos gentiles es un tema recurrente (por ejemplo, en Gl 2:11-14; en Ro 3:1-2, 21-30; y en 1 Co 1:22-24 se utilizan los términos “judíos” y “griegos”). Los evangelios dan cuenta de historias en las que Jesús se relaciona con no judíos, y entre esos gentiles cabe mencionar los sabios del Oriente (Mt 2:1-2), la mujer sirofenicia (Mc 7:24-30//Mt 15:21-28), el “buen samaritano” (Lc 10:29-37), la mujer samaritana en el pozo (Jn 4:1-42) y al menos dos centuriones romanos (Mt 8:5-13; Mc 15:39 y pasajes paralelos). Uno de los objetivos de esos pasajes es demostrar que la buena nueva de Cristo no se limita a la oveja perdida de la casa de Israel sino que se dirige a todos.

Los autores del Nuevo Testamento han señalado reiteradamente que las divisiones entre judíos y gentiles son incompatibles con el Reino de Dios que anunció Jesús.  La carta que se dirigía tradicionalmente a la iglesia de Éfeso transmite ese mensaje en términos de derribar las vallas. Donde antes había una pared intermedia de separación entre uno y otro grupo, una barrera formada por la “enemistad” que cada bando albergaba contra el otro (Ef 2:14), Jesucristo intervino por medio de la cruz para “crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz” (2:15).  

Pheme Perkins, examina el papel de la cruz en Efesios 2:16 en un artículo publicado en The New Interpreter’s Bible,[1]:

La cruz logró lo que ningún ser humano podría lograr: la reconciliación de una humanidad pecadora con Dios… Al morir en la cruz, Dios derriba la pared que separa a la humanidad de Dios. Los seres humanos están demasiado presos de los efectos mortíferos del pecado para poder volver a Dios por sus propios medios – o incluso para percibir la pared que mantiene a Dios alejado. ¿Por qué es importante la cruz para los cristianos en el día de hoy? La gente aún necesita convencerse del amor incondicional de Dios para con ellos.

En inglés, la cruz se entiende en términos de la doctrina cristiana de la “expiación” [atonement en inglés]. La palabra atone [en inglés, que significa expiar en español] está formada de dos palabras “at one” [en español: en uno], o sea que la cruz se considera como la acción de Dios en Cristo que permite superar las divisiones pasadas y lograr la posibilidad de reconciliación.[2]

La visión de Efesios es la de una congregación, una comunidad local de creyentes redimidos por la cruz de Jesucristo que viven como ciudadanos del reino de Dios. En esa comunidad, cada miembro tiene “entrada por un mismo Espíritu al Padre” (2:18). Personas de diferente origen – que eran “extranjeros y forasteros” respecto de los otros.- alcanzarán al final unidad como “conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios” (2:19).

Paredes intermedias de enemistad

En el mundo antiguo, las ciudades estaban rodeadas de muros. Elevadas vallas de piedra eran el reconocimiento de la enemistad entre los pueblos. Y existía un sentimiento general de seguridad por el hecho de estar protegidos por los muros; en el lado opuesto, el hecho de quedar fuera de la ciudad indicaba estar excluido de la comunidad.

Actualmente encontramos muros, en sentido literal y figurado, en el mundo que nos rodea.

Un “muro de separación” estropea el paisaje entre Palestina e Israel. Una zona desmilitarizada divide la península de Corea. Altas vallas defienden las fronteras entre algunos países, y se han instalado campamentos en las inmediaciones para la detención de los posibles migrantes. Bagdad con su “zona verde”, Famagusta en la parte septentrional de Chipre y Belfast en Irlanda del Norte son algunas de las ciudades de nuestro mundo delimitadas por muros antideflagración y alambradas, manteniendo protegido a un grupo de habitantes de la posible y fácil interacción con grupos vecinos.

En muchas otras ciudades y poblados se erigen vallas entre ricos y pobres, entre los nativos del lugar y los inmigrantes, entre las personas de diversas etnias, entre los ciudadanos que pertenecen a una religión y los creyentes de otras tradiciones religiosas. Y aunque esas fronteras no estén patrulladas por guardias armados, la materia prima generalmente utilizada en su construcción es la enemistad mutua.

A pesar de los múltiples muros que aún permanecen, la historia reciente nos da al menos un ejemplo memorable de la posibilidad real de instaurar la paz: la brecha que se abrió en el muro de Berlín en noviembre de 1989 y su posterior desmantelamiento. También han caído muros metafóricos en acontecimientos como la derrota del gobierno minoritario de Sudáfrica y la histórica presidencia de Nelson Mandela.

La unidad de los cristianos en un mundo dividido

En la epístola a los Efesios se habla directamente acerca de la curación de las divisiones entre los cristianos. Su enseñanza promueve la igualdad en la iglesia exhortando a sus miembros a “mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef 4:3).

En los casi dos milenios desde que se escribió el Nuevo Testamento, se han producido muchas divisiones entre los cristianos. Aparte de las disputas teológicas, los cismas y los denominacionalismos han sacado provecho a menudo de las diferencias entre las etnias, las razas, las nacionalidades, la geografía. ¿Tienen algo que decirnos las rivalidades étnicas que figuran en Efesios y en otros textos del primer siglo respecto de los casos de discordia que se produjeron posteriormente entre los cristianos?

Y ¿cuál es la responsabilidad de los cristianos respecto de la desunión en todo el mundo?

El arzobispo Desmond Tutu exhortó a la unidad de los cristianos en la lucha de Sudáfrica contra la dominación política de una raza. Y dijo aquella famosa frase de que el apartheid "es demasiado fuerte para una iglesia dividida"[3], y, como dirigente del Consejo de Iglesias de Sudáfrica inspiró la resistencia ecuménica contra la minoría que gobernaba su país. En unidad, el cristianismo encontró recursos espirituales para inducir el cambio y establecer la justicia y la paz en el mundo. El autor de la carta a los Efesios también considera que la unidad en Cristo lleva a los creyentes a ejercer su ministerio fuera de los límites de la propia comunidad. De hecho, el objetivo de la unidad de la iglesia se concibe y se presenta en términos universales literalmente hablando:

A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las insondables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea el plan del misterio escondido desde los siglos en Dios, el creador de todas las cosas, para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales. [Ef 3:8-10]

Los miembros de la Iglesia de Jesucristo sobre la tierra están llamados a la unidad como una etapa en su peregrinación hacia el mundo. Es el momento en el que aplican lo que han aprendido “como miembros de la casa de Dios” (oikeioi) en todo el mundo habitado (oikoumene).

Ralph P. Martin hizo la siguiente observación[4] sobre el pasaje que estamos examinando:

Ningún pasaje del Nuevo Testamento es más pertinente… El mundo que conocemos y que habitamos está caído, dividido, bajo sospecha y existen múltiples posibilidades y amenazas de autodestrucción. La enseñanza del apóstol ofrece la esperanza y la perspectiva de una sociedad reconciliada, unificada y fraterna, cuyo microcosmos se percibe en la familia reconciliada, mundial y transnacional de la iglesia.

Se ha dicho que la iglesia sirve como “una demostración provisional del designo de Dios para todo el mundo”. La unidad de los cristianos es esencial para que la iglesia pueda dar testimonio de la posibilidad de “una nueva humanidad” (2:15) que se extienda a todo el mundo, que tenga entrada “por un mismo Espíritu” a Dios (2:18). Habiendo vivido la experiencia del derribo de los muros en la iglesia, los cristianos serán capaces de aportar un “testimonio de paz convincente” a los dirigentes, las autoridades y a todo aquel que desee superar la violencia y dejar atrás la enemistad.  Los cristianos que deseen dar testimonio de la “paz en la tierra” necesitan ante todo instaurar la paz en sus propias iglesias.

Derribar y construir

En Efesios 2:11-22 se nos presenta la imagen de Cristo como de quien “derriba la pared” de enemistad que separa a pueblos y naciones (2:14), aunque es también la principal piedra del ángulo de un nuevo edificio, en el que toda la comunidad es edificada juntamente “para morada de Dios” (2:19-22).

Actividades de grupo basadas en Efesios 2

Utilizando imágenes de publicaciones impresas o de Internet, hagan un collage en el que se representen “las paredes intermedias de enemistad” en nuestro mundo actual – o las divisiones que se hayan superado.

¿Existe un grupo en su iglesia o en otra iglesia que ustedes conozcan al que se considere como “los otros”? Describan ejemplos de divisiones en las iglesias o en la iglesia en general, y formas mediante las cuales se trata de hacer frente a los recelos y de superar las divisiones entre los cristianos.

Basándose en el propio contexto, ¿de qué forma los creyentes pueden “edificar el futuro”, es decir contribuir a la paz entre pueblos y grupos étnicos distanciados?

En la búsqueda de la paz entre las naciones de la tierra, ¿qué responsabilidad deben asumir, a su entender, las iglesias y las instituciones relacionadas con las iglesias en las campañas de presión, la diplomacia internacional y las actividades en favor de la paz?

Recordando la advertencia de Desmond Tutu de que el apartheid “es demasiado fuerte para una iglesia dividida”, examinen cuáles son las prioridades de las iglesias: ¿hasta qué punto debemos centrarnos en la reconciliación con nuestros hermanos y hermanas en Cristo, y hasta qué punto debemos centrar nuestro tiempo y energías en trabajar por la paz y la justicia en todo el mundo?

Examinen la historia, las actitudes actuales, los malentendidos y los temores que contribuyen a la enemistad entre las diferentes comunidades religiosas. ¿Desempeña la religión un papel importante en los enfrentamientos actuales entre las naciones? Presenten ejemplos al respecto.

Mediten sobre la cruz. Consideren la dinámica de la “expiación” – entre Dios y la humanidad, entre las personas, entre un grupo y otro, entre las naciones.

¿Cuáles son los enfrentamientos en la iglesia y en el mundo que más les preocupan? ¿De qué manera los cristianos pueden “derribar” los muros de enemistad que separan a las personas y a las naciones?

¡Cristo es nuestra paz!” ¿Qué significa esta afirmación para ustedes?

 

Bible study by Theodore A. Gill.


[1] P. Perkins, ‘The Letter to the Ephesians’, NIB vol.11 (Nashville: Abingdon, 2000), 405.

[2] Véase 2 Corintios 5:19-21. La expiación permite a la comunidad ser una ( “at one”) (Ef. 4:4-5).

[3] Michael Kinnamon y Brian Cope, eds., The Ecumenical Movement: An Anthology of Key Texts and Voices (Geneva/Grand Rapids: WCC Publications/Wm. B. Eerdmans, 1997), 241.

[4] R.P. Martin, Ephesians, Colossians and Philemon in the Interpretation commentary series (Atlanta: John Knox, 1991), 32.